Una breve reflexión personal, que espero te ayude, sobre la identidad visual.
Sé que lo habitual sería ir directamente al grano para venderte un servicio de diseño. Pero intento hacer las cosas de otra manera. Déjame contarte algo que creo que puede serte útil.
A lo largo del tiempo he visto muchos proyectos de diseño, tanto de empresas como de profesionales, en los que empiezan la casa por el tejado. Proyectos de productos o servicios muy buenos, sí, pero mal presentados hacia su público. ¿Consecuencia? Una comunicación débil frente a la competencia. ¿Traducción? Menos ventas.
La adecuada percepción de marca por parte de tu público y su alineación con tus valores y objetivos es una pieza fundamental. No es algo que puedas dejar para mañana. Y la identidad visual es, precisamente, la llave que abre esa puerta.
Una identidad visual no es una marca en sí misma, pero una marca no está completa sin una identidad visual bien construida. Y no, el sobrino de turno no va a crear una identidad visual sólida en Photoshop entre partida y partida de Fortnite, o entre «me gusta» y «me gusta» en Instagram.
Desde mi experiencia, los errores más comunes que he visto respecto a la identidad visual son estos:
Falta de identidad visual
No contar con un diseñador gráfico profesional o un equipo creativo que desarrolle este aspecto de tu marca. Esto se traduce en una imagen amateur, documentos corporativos desordenados, falta de coherencia audiovisual, o piezas promocionales pobres y poco cuidadas. La credibilidad de un producto o servicio se tambalea sin identidad.
Falta de consistencia y continuidad
Tener una identidad visual y no respetarla. El manual de identidad no es un adorno: está para seguirlo. Ignorarlo es como jugar con un enchufe eléctrico pelado.
Falta de control técnico
Descuidar la calidad final de los archivos gráficos o de los materiales físicos o digitales. Un logotipo verde no puede parecer azul al imprimirse. Y las plantillas corporativas no están para complicar, sino para facilitar el trabajo y garantizar una imagen profesional y consistente.
Falta de formación interna
La identidad visual también la viven las personas que trabajan en el proyecto. Si no entienden su valor, si no la incorporan a su día a día, todo el esfuerzo se diluye, la percepción se resiente… y al final se traduce en menos ventas, menos contratos, menos éxito.
Conclusión
Cuidar la identidad visual no es un gasto, es una inversión estratégica. Es parte del alma de tu proyecto, de cómo quieres ser percibido hoy, mañana y dentro de unos años. Si la construimos y la cuidamos bien, tendrás un activo real que te acompañará en tu crecimiento y marcará la diferencia frente a los demás.